Cuando Microsoft lanzó Windows 10 en julio de 2015 se fijó el objetivo de tenerlo instalado en 1000 millones de unidades en un plazo de tres años. Lo cierto es que fue un objetivo excesivamente optimista, sobre todo teniendo en cuenta la implantación que aun había de ordenadores con Windows XP y la enorme aceptación de Windows 7, y de hecho esta cifra no se consiguió en los primeros tres años, a ya cerca de los cuatro años aun está lejos, pero no cabe duda de que la cifra alcanzada de 800 millones es todo un logro, y más si tenemos en cuenta que tan solo a partir de diciembre del pasado año Windows 10 es la versión de Windows más utilizada, pero a muy escasa diferencia de Windows 7.
Por otro lado hay que tener en cuenta que, aunque poco a poco se van actualizando, el mercado empresarial, muy importante para los de Redmond, es tradicionalmente bastante lento en adaptarse a nuevos sistemas, sobre todo las grandes empresas. Tampoco ha ayudado los fallos en las últimas versiones de Windows 10, que han hecho que incluso retroceda ligeramente la diferencia que había obtenido sobre Windows 7 (el resto de versiones anteriores, salvo Windows XP, que aun mantiene una cuota importante a pesar del tiempo transcurrido desde que se quedó incluso sin ningún tipo de soporte) son puramente testimoniales).
Y no es porque Microsoft no se haya esforzado para obtener esta cifra, ya que se han ofrecido incluso actualizaciones gratuitas, que a pesar de anunciarse que habían terminado hace ya algunos años aun era posible acceder a ellas hace solo unos meses.
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