Cuando Microsoft lanzó Windows 10 en 2015 se propuso como objetivo el que este sistema estuviera instalado en 1000 millones de dispositivos, y finalmente, cuatro años y medio después, dicho objetivo se ha cumplido, aunque ciertamente con algo de retraso.
Pero hay que considerar que cuando se fijó este objetivo, los de Redmond contaban con que una línea de productos lo llevaría, y finalmente dicha línea no solo no ha cubierto las expectativas, sino que, finalmente, ha desaparecido. Nos referimos, evidentemente, a la línea de teléfonos Lumia. A dicha línea se le “adjudicaba” un porcentaje muy importante de unidades, que finalmente han tenido que asumir otros terminales, como los Surface, los ordenadores de escritorio y los portátiles, y tampoco ha sido este un camino de rosas, debido sobre todo a dos factores. Por un lado ha habido una ralentización en el mercado de los denominados Desktop, pero por otro lado ha habido una gran reticencia por parte de muchos usuarios a actualizar sus equipos a Windows 10, y eso a pesar de que dicha actualización ha sido gratuita en la mayoría de los casos.
Microsoft abre ahora otro frente para Windows 10, el que le corresponde a Windows 10 ARM, donde, si se hace bien, puede sumar un buen número de unidades, y continúa con su política de actualizaciones desde versiones anteriores de Windows. Entre ambos Windows 10 puede sumar unos cuantos millones (muchos en realidad) de dispositivos en los que esté instalado antes de fin de este mismo año, a lo que hay que añadir que el mercado refleja un cierto incremento en la venta de dispositivos Desktop.
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