Cuando Microsoft lanzó Windows 11 en octubre de 2021 lo hizo con la idea de que esta nueva versión de Windows se hiciera con el mercado en no mucho tiempo, pero esto es algo que está lejos de cumplirse por una serie de circunstancias. En primer lugar, en su lanzamiento a Windows 11 se le notaba que, como suele decirse, aun le faltaba “un hervor”, llegando no solo con carencias importantes, sino con bastantes fallos, alguno de los cuales aun perdura cuando está cercano el 2º aniversario de su lanzamiento. Por otro lado, aunque presenta un diseño moderno, agradable y más limpio que Windows 10, también incorporaba algunas características que no gustaron en absoluto, algunas de las cuales ya se han corregido y otras lo están haciendo, pero la puntilla es y ha sido la exigencia de unos requerimientos mínimos de hardware, sobre todo en lo relativo a la seguridad, que han dejado fuera de la posibilidad de actualización a millones de usuarios, que ven como, en el mejor de los casos, actualizar el equipo para que admite Windows 11 se les va a unos costes de entre 50 y 100 USD. Bien, si esto ya puede frenar a muchos usuarios particulares, donde hablaríamos de uno o dos equipos, imagínense lo que supone para una empresa con decenas o cientos de ordenadores que actualizar.
Como resultado de todo esto, y aunque en algunos países (España, por ejemplo) ya algo mejor, lo cierto es que a poco más de un mes de su 2º aniversario la cuota de uso global no solo está bastante por debajo de las previsiones, sino de la de lanzamiento de otras versiones de Windows, y para colmo lleva 2 meses consecutivos de pérdida de mercado (julio y agosto), pérdida que, si la sumamos, llega hasta el 0.74%, situándose la cuota global a finales de agosto en el 23.17%, lejos del 23.91% alcanzado a finales de junio (su mejor resultado).
Pues bien, hace ya tiempo que Microsoft tomó la decisión de mantener vivo a Windows 10 hasta el 14 de octubre de 2025, si bien después decidió que la versión actual, la 22H2 iba a ser la última, lo que no significa que no vaya a recibir actualizaciones, mejoras y quién sabe si alguna que otra sorpresa.
Esta medida, que en realidad se tomó ante los resultados de introducción de Windows 11 (los malos resultados), lo que hizo que fuera algo forzada, tampoco es que esté ayudando a animar a los usuarios a dar el salto a Windows 11 (hay que tener en cuenta que una buena parte de ese 23.17% corresponde a equipos nuevos, no a actualizaciones). ¿Se puede considerar entonces esta medida como una equivocación? Sí y no. Sí si realmente hubiera sido totalmente voluntaria, pero no porque en realidad ha sido una consecuencia de los malos resultados de introducción de Windows 11 y de la presión, sobre todo, de las empresas, que ven (y no sin razón) a Windows 11 como un sistema al que aun le falta bastante para estar consolidado al nivel que lo está Windows 10, y por otro la perspectiva de tener que hacer una fuerte inversión en equipos para actualizar a esta última versión de Windows. Es cierto que el panorama podría haber sido otro bien distinto, pero la culpa de que no sea así no es de nadie más que de la propia Microsoft.
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